miércoles, 6 de abril de 2016

Cámaras maravillosas y museos eruditos en la España de Felipe II




El cambio de mentalidad que supone el Renacimiento, la nueva visión que nos ofrece de la Ciencia, y el nacimiento del coleccionismo como tal, se ven ejemplarmente representados en la figura de Felipe II. 

Su corte síntesis del gusto manierista y singularizada por el contrarreformismo español, se manifiesta también en otras cortes europeas, como la de Rodolfo II de Praga o Francisco I de Médicis. Todos ellos comparten constituirse como mecenas coleccionistas e impulsores de la Ciencia.


El gabinete de Yuste es la matriz de un tipo de museos que desde mediados del siglo XVI empieza a proliferar en toda Europa. Son las cámaras de arte y maravillas, según la expresión latina o las Wunderkammer, según la acepción alemana.


En España la cumbre de estas aficiones es dominada por la otra rama de los Habsburgo, encarnada en la figura de Felipe II (1527-1598). 

Ya desde joven se aprecia en él un afán por las preciosidades que le induce a reunir pequeños objetos, miniaturas y fruslerías a los que se añaden otros bienes, como armas, cuadros y libros. Antes de iniciarse en el gobierno de sus dominios había recorrido Alemania, Italia y Flandes recolectando piezas para su cámara principesca, haciendo encargos al extranjero e intercambiando regalos con otros príncipes y embajadores europeos.


Esta inclinación real encontrará su escenario ideal en El Escorial que es un Theatrum totale, un compendio perfecto de las ambiciones coleccionistas de la época, que hará a Lomazzo considerarlo como el primer museo principesco de entre los mejores de Europa.
 

 Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del Escorial


Las colecciones del rey que se albergan en El Escorial encuentran su escenario en la Biblioteca real, con unos cuatro mil volúmenes y gran cantidad de objetos, se concibe pues como un gabinete privado, donde estaban reunidos junto a los libros, artefactos de ciencia, naturalia, antiguedades, mapas, monetarios, armas, instrumentos de alquimia y una galería de retratos ilustres.


La biblioteca actuaba también como oficina de alquimia, en la que trabajaba un grupo de científicos españoles y extranjeros, cuyo principal instrumento era la llamada torre filosofal, un artilugio de latón con gran número de vasos y alambiques que servía para realizar pruebas acerca de la transmutación de la materia, mediante la fuerza del arte y el fuego y algunos cajones con antiguedades: estatuillas de dioses, monetario, piezas de joyería y piedras duras, minerales (quiritas), esmeraldas, perlas, marfiles, camafeos, tallas de cristal, colección de retratos de héroes y hombres ilustres, pontífices y santos varones, sabios renacentistas, como Ariosto, Homero o Ficino, gramáticos, militares y pintores.


Los intereses del rey se dirigían también hacia el mundo de la naturaleza, habían aparecido en las colecciones animales vivos y disecados, reales o pintados, el rey organizó estudios geográficos y dio pie a la primera expedición científica moderna entre 1571 y 1577.

La colección americana de Felipe II es buen ejemplo de esta naturaleza ambivalente, contiene: una gran piedra que es plasma de esmeralda que sirve de ídolo y cura la hijada, una cabeza de tigre guarnecida de oro, una mariposa de alas de hueso colorado, un animal parecido al gato donde los indios molían sus salsas, caracolas de nácar, una cabeza de mujer de piedra verde… 
    

La pinacoteca real tenía más de mil quinientos lienzos, tratándose de una pinacoteca compleja dividida a partes iguales entre el gusto veneciano y el flamenco, Tiziano, Veronese, Tintoreto, Jerónimo Bosco, Patinir, Coxcie y Van der Weyden, polarizan las inclinaciones del rey, que no se limito a la colección escurialense, sino que también se volcó en el Alcázar madrileño o en la residencia de El Pardo.


En el siglo XVI, el coleccionismo erudito alcanzo un desarrollo extraordinario, por ejemplo con la existencia de pequeños museos mantenidos por las clases privilegiadas, sabios y científicos que en Sevilla, Tarragona, Valladolid o Huesca, orientan sus colecciones conforme a un enfoque que se repite en toda Europa, todas ellas tienen algo de Wunderkammern.


Gabinetes como los de Hurtado de Mendoza, Felipe de Guevara o Arias Montano, se cuentan entre los mejores museos de antiguedades españoles del siglo XVI, que extienden su anticuario a los pórticos y jardines de sus palacios y residencias con mármoles, medallones y cupidos traídos de Italia. Mención propia es la de Don Fadrique marques de Tarifa, amigo de los Médici, huésped suyo en Poggio a Caiano y el primero en fundar en su Sevilla adoptiva un palacio museo urbano, popularmente llamado Casa de Pilatos (1519), de estilo plateresco.


Las Indias occidentales aportaron al coleccionismo español un colorido muy particular. Desde Felipe II muy aficionado a la orfebrería y artesanía indianas, pasando por la aristocracia coleccionista  de los Benavente, Lastanosa o Alba de Liste, las colecciones españolas atesoran objetos llegados del nuevo mundo: cocos guarnecidos de plata, ollicas de totuma, piedras preciosas, ídolos primitivos, plumas de animales…


Muchas de estas rarezas les llegaban gracias a Arias Montano, quien por su posicion, tenia excelentes contactos en los Países Bajos, que le facilitaban libros, grabados y artilugios mecánicos que él remitía a sus amigos sevillanos, quienes a su vez, les enviaban semillas y piedras americanas para los coleccionistas holandeses.    













BIBLIOGRAFIA

Moran Turina, J.M y Checa Cremades, F., El Coleccionismo en España, Madrid, 1985

Bolaños, María, Historia de los Museos en España, Ediciones Trea, Gijon, 2008

Jimenez Diaz, Pablo, El coleccionismo manierista de los austrias: entre Felipe II y Rodolfo II, Museo del Prado, Madrid, 2001













Andrés Molina López

No hay comentarios:

Publicar un comentario