El cambio de mentalidad que supone el Renacimiento, la
nueva visión que nos ofrece de la Ciencia, y el nacimiento del coleccionismo
como tal, se ven ejemplarmente representados en la figura de Felipe II.
Su
corte síntesis del gusto manierista y singularizada por el contrarreformismo
español, se manifiesta también en otras cortes europeas, como la de Rodolfo II
de Praga o Francisco I de Médicis. Todos ellos comparten constituirse como
mecenas coleccionistas e impulsores de la Ciencia.
El gabinete de Yuste es la matriz de un tipo de museos que
desde mediados del siglo XVI empieza a proliferar en toda Europa. Son las cámaras
de arte y maravillas, según la expresión latina o las Wunderkammer, según la
acepción alemana.
En España la cumbre de estas aficiones es dominada por la
otra rama de los Habsburgo, encarnada en la figura de Felipe II (1527-1598).
Ya desde joven se aprecia en él un afán por las
preciosidades que le induce a reunir pequeños objetos, miniaturas y fruslerías
a los que se añaden otros bienes, como armas, cuadros y libros. Antes de
iniciarse en el gobierno de sus dominios había recorrido Alemania, Italia y
Flandes recolectando piezas para su cámara principesca, haciendo encargos al
extranjero e intercambiando regalos con otros príncipes y embajadores europeos.
Esta inclinación real encontrará su escenario ideal en El
Escorial que es un Theatrum totale, un compendio perfecto de las ambiciones coleccionistas de la época, que
hará a Lomazzo considerarlo como el primer museo principesco de entre los
mejores de Europa.
Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del
Escorial
Las
colecciones del rey que se albergan en El Escorial encuentran su escenario en
la Biblioteca real, con unos cuatro mil volúmenes y gran cantidad de objetos, se
concibe pues como un gabinete privado, donde estaban reunidos junto a los
libros, artefactos de ciencia, naturalia, antiguedades, mapas, monetarios,
armas, instrumentos de alquimia y una galería de retratos ilustres.
La
biblioteca actuaba también como oficina de alquimia, en la que trabajaba un
grupo de científicos españoles y extranjeros, cuyo principal instrumento era la
llamada torre filosofal, un artilugio de latón con gran número de vasos y alambiques
que servía para realizar pruebas acerca de la transmutación de la materia,
mediante la fuerza del arte y el fuego y algunos cajones con antiguedades:
estatuillas de dioses, monetario, piezas de joyería y piedras duras, minerales
(quiritas), esmeraldas, perlas, marfiles, camafeos, tallas de cristal,
colección de retratos de héroes y hombres ilustres, pontífices y santos
varones, sabios renacentistas, como Ariosto, Homero o Ficino, gramáticos,
militares y pintores.
Los
intereses del rey se dirigían también hacia el mundo de la naturaleza, habían
aparecido en las colecciones animales vivos y disecados, reales o pintados, el
rey organizó estudios geográficos y dio pie a la primera expedición científica
moderna entre 1571 y 1577.
La colección americana de Felipe II es buen ejemplo
de esta naturaleza ambivalente, contiene: una gran piedra que es plasma de
esmeralda que sirve de ídolo y cura la hijada, una cabeza de tigre guarnecida
de oro, una mariposa de alas de hueso colorado, un animal parecido al gato
donde los indios molían sus salsas, caracolas de nácar, una cabeza de mujer de
piedra verde…
La
pinacoteca real tenía más de mil quinientos lienzos, tratándose de una
pinacoteca compleja dividida a partes iguales entre el gusto veneciano y el
flamenco, Tiziano, Veronese, Tintoreto, Jerónimo Bosco, Patinir, Coxcie y Van
der Weyden, polarizan las inclinaciones del rey, que no se limito a la
colección escurialense, sino que también se volcó en el Alcázar madrileño o en
la residencia de El Pardo.
En el siglo
XVI, el coleccionismo erudito alcanzo un desarrollo extraordinario, por ejemplo
con la existencia de pequeños museos mantenidos por las clases privilegiadas,
sabios y científicos que en Sevilla, Tarragona, Valladolid o Huesca, orientan
sus colecciones conforme a un enfoque que se repite en toda Europa, todas ellas
tienen algo de Wunderkammern.
Gabinetes
como los de Hurtado de Mendoza, Felipe de Guevara o Arias Montano, se cuentan
entre los mejores museos de antiguedades españoles del siglo XVI, que extienden
su anticuario a los pórticos y jardines de sus palacios y residencias con
mármoles, medallones y cupidos traídos de Italia. Mención propia es la de Don
Fadrique marques de Tarifa, amigo de los Médici, huésped suyo en Poggio a
Caiano y el primero en fundar en su Sevilla adoptiva un palacio museo urbano,
popularmente llamado Casa de Pilatos (1519), de estilo plateresco.
Las Indias
occidentales aportaron al coleccionismo español un colorido muy particular.
Desde Felipe II muy aficionado a la orfebrería y artesanía indianas, pasando
por la aristocracia coleccionista de los
Benavente, Lastanosa o Alba de Liste, las colecciones españolas atesoran
objetos llegados del nuevo mundo: cocos guarnecidos de plata, ollicas de
totuma, piedras preciosas, ídolos primitivos, plumas de animales…
Muchas de
estas rarezas les llegaban gracias a Arias Montano, quien por su posicion,
tenia excelentes contactos en los Países Bajos, que le facilitaban libros,
grabados y artilugios mecánicos que él remitía a sus amigos sevillanos, quienes
a su vez, les enviaban semillas y piedras americanas para los coleccionistas
holandeses.
BIBLIOGRAFIA
Moran
Turina, J.M y Checa Cremades, F., El Coleccionismo en España, Madrid, 1985
Bolaños,
María, Historia de los Museos en España, Ediciones Trea, Gijon, 2008
Jimenez Diaz, Pablo, El coleccionismo manierista de los
austrias: entre Felipe II y Rodolfo II, Museo del Prado, Madrid, 2001
Andrés Molina López
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