miércoles, 17 de febrero de 2016

El Museo, Cuna del Conocimiento Contemporáneo.


Video: MAN-Un paseo por la Historia


    ¿Qué mejor manera podría encontrarse para comenzar la asignatura y el comienzo de este blog que la visita a uno de los Museos más interesantes de la ciudad de Madrid? En efecto, tras pocos días del inicio de las clases teóricas, el grupo B1 comenzó sus clases prácticas de los viernes a primera hora de la mañana en el Museo Arqueológico Nacional. Un evento que, aunque con un tiempo más que reducido, sirvió para dar a conocer los aspectos más interesantes de los inicios del coleccionismo en nuestro país. 

No obstante, más allá de comentar lo que dio de sí, como he dicho, esta rápida visita (por la necesidad de volver a la facultad a tiempo para las siguientes prácticas), prefiero centrar la primera entrada en comentar cuál es la mejor manera posible de afrontar una visita a un museo, sea de la categoría que sea. Obviamente, llegar a una valoración universal sobre tal cuestión es imposible, hay tantas opciones como personas y situaciones existan. Pero, por encima de todo, una es la que me parece la más adecuada.

La elección de visitar un museo puede responder a distintas finalidades, podremos encontrarnos personas que buscan desde el reconocimiento físico de una obra hasta las que necesiten un soplo de aire fresco en los días más calurosos del período estival. Y sea cual sea la opción, buena es. No seamos tampoco extremistas ahora y aceptemos por válida cualquier situación que se salga de los límites de la normalidad. Seamos coherentes. Pero es mucho más común de lo que nos pensamos encontrarse esta gran diversidad de comportamientos en todos los museos del mundo. No mencionemos ya si salimos fuera de nuestras fronteras, donde el yo estuve allí domina nuestros movimientos. No obstante, más allá de este plano pasivo del visitante, es el activo el que más fructíferos resultados produce a estos. Llegar ante una obra y saber, en mayor o menor medida, qué se está representando, qué quería plasmar el autor, por qué así y no de otra manera...conlleva una satisfacción directamente proporcional al conocimiento de éste. Casi podríamos citar a esos pensadores clásicos que reconocían en el conocimiento la felicidad de la comunidad. Pues bien, esto es realmente lo que nos ocurre cuando sabemos diferenciar bien lo que tenemos delante, cuando sabemos que ante lo que estamos es nuestra querida Dama de Elche y no la de Baza. Y esto, entiéndase con cualquier ejemplo. Por tanto, en el plano activo que se viene defendiendo ahora, el conocimiento debe primar por encima de todo. Y que mejor ayuda para éste que un libro en el que se recojan todos estos saberes. Si, un libro, olvidémonos de las nuevas tecnologías, tan estúpidamente fáciles de usar que acaban volviendo inútil a su propietario y preocupémonos de adquirir un buen ejemplar donde venga, si no toda, la mayoría de la colección. Cojamos, por ejemplo, el Diccionario de Mitología Griego y Romana de Grimal y presentémonos ante cualquiera de las salas del Museo del Prado. Rápido sabrán reconocer las "Fraguas de Vulcano" como la escultura de Hebe, la "copera" de los dioses olímpicos. Y es que, a la par que fascinante, es la mejor manera de comprender casi ltodo lo que se ve.


Marcos Manzano, a 17 de febrero de 2016.

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